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martes, 30 de septiembre de 2014

EL DISGUSTO DE LOS GUSTOS

Dedicado con cariño, admiración y respeto a mi amigo CRIVAS.
 “Por el gusto, se compran los calambombos”
(Antiguo refrán)

No importa cual teta tome... igual se alimenta.
¡Esto no me gusta! ¡Aquello es placentero! ¡Esto me disgusta!... Vivimos entre dos posiciones opuestas e impuestas por otras personas, instituciones o cosas. Nos movemos de aquí para allá diciendo, pensando, aceptando o rechazando desde nuestro sentir. “¡No quiero ir a la fiesta porque allí estará tal persona!”, “Esa comida no me gusta”, “Tal ciudad me parece muy fea”. Todos estos juicios de valor que solemos hacer nos impiden ver la realidad y conocer el verdadero valor de todos aquellos elementos que negamos. Negar y enjuiciar es la manera más directa de perder.
En lugar de enriquecernos con el otro, le huimos; nos combatimos en lugar de asociarnos, decía un gran pensador.
¡Cuántas cosas nos perdemos de conocer por prestar atención a aquello  que “me gusta” o “no me gusta”. Únicamente los seres humanos nos movemos entre dos extremos que nos impiden conocer y degustar la exquisitez del camino medio. Valoramos y ponderamos todo en relación con lo que dictan nuestros, aun inexactos, cinco sentidos y nos convencemos que las cuatro paredes de nuestra casa, su techo y su piso, encierran toda la vida, toda la verdad y toda la realidad. De repente un día un fuerte temporal derriba una de las paredes o  eleva por los aires el techo de nuestra habitación, dejando al descubierto un mundo que ignorábamos o pretendíamos ignorar.
Nuestro “gusto” se parece mucho a estas cuatro paredes, piso y techo que nos aprisionaban. Rechazamos una invitación a cenar porque la comida que sirven allí no nos gusta, o porque pretendemos comer algo diferente. Conocemos una persona extranjera y nos hacemos una idea general del país de procedencia, pasando inmediatamente a juzgarlo como inadecuado, desagradable o peligroso, mientras que en  otros casos, desafortunadamente los menos, nos damos a la tarea de apresurar nuestro deseo de conocimiento y apreciación por una cultura, una comida o una persona diferentes. Es allí cuando nos damos cuenta que las cuatro paredes nos estaban engañando y, más aun, que éramos felices en medio del engaño, suponiendo y convenciéndonos que el mundo realmente termina en Finisterre, y no porque la Iglesia Católica lo hubiera dicho, sino porque tenemos una pavura irracional a lo desconocido.
Y no es que seamos exacta y directamente culpables de este comportamiento, pues ya desde niños nos han dado como desayuno la cultura del “NO” (no se suba, no se ensucie, no hable con la boca llena, no diga mentiras…), como almuerzo la incapacidad manifiesta de competir con éxito, cuando no la exagerada demostración de impetuosidad y competitividad que nos debe llevar al éxito económico, a ultranza del personal, familiar o espiritual y, para finalizar, como cena hemos recibido el terror absurdo a la oscuridad, a lo desconocido, a la muerte y a la vida. No es de extrañar, entonces, que muchas generaciones sigan parámetros de comportamiento condenados al fracaso, a la miseria y al dolor.
En estas circunstancias es cuando “el gusto”, como un héroe salvador, debe alzarse frente a nosotros pero no para eliminar posibilidades de expresión, sino para abrir puertas, derribar muros y elevar techos que aprisionan al verdadero ser humano, aquel que se esconde bajo la protección y el encarcelamiento que supone el cuerpo físico.
El gusto, por tanto, debe llevarnos a ampliar nuestros horizontes, debe desafiarnos a probar nuevas comidas, a nadar nuevos ríos; a penetrar en el sentido profundo de cada baile, danza y ritual que sublimen el alma humana. Sentarnos para degustar una tradicional danza japonesa Kyomai, tratar de comprender el significado de sus muchos colores, atrevernos a desenmarañar la compleja madeja que tejen las manos y cuerpos de las exquisitas bailarinas y proponerse anticipar lo profundo de sus gestos y sus miradas, esto sí que supone una entrada portentosa a la comprensión del complejo y maravillosos universo del cual hacemos parte y del que poco o nada sabemos, aun cuando nos hagamos llamar profesores, maestros, gerentes, administradores, ingenieros, padres o, simplemente, los seres más avanzados del universo.
Pero claro, es más cómodo,  más sencillo y más seguro quedarnos sentados entre nuestras cuatro paredes mirando hacia la ventana que hemos sellado con maderas para evitar que la luz que entra nos traiga nuevas sombras y destellos del mundo que brilla, se mueve y crece allá afuera. Y podemos justificar desde muchas dimensiones nuestra condición de connivencia con razones perfectamente válidas para el mundo entero y sobre todo para nosotros mismos. Podemos continuar así por el resto de nuestra vida e incluso por vidas posteriores aun cuando esto nos exija una lucha más extenuante y prolija que la que supone  el derribe intencionado de los muros que nos separan de la única y verdadera realidad.
Aquella danza tradicional japonesa, una fiesta popular en Bangladesh o una celebración matrimonial en Nepal al son de un Folk Lok Geet no son en esencia tan distintas de una linda cumbia colombiana, y no obstante cada una tiene sus significados tan profundos como ocultos al profano, detalles que solo se aclaran ante los ojos atentos de quien ha merecido el triunfo en batalla.
Nada es casual en este universo, nada sucede sin un motivo y una causa previamente establecidos, es cuestión de “estar atentos”, de saber dónde mirar y cuando observar. Al final, es cuestión de estar vivos. ¿Algún día recordaremos lo que significa estar vivos?... Desde Santiago de Chile hasta La península del Labrador, desde Honolulu hasta Algeciras, tenemos cientos de miles de maravillas sucediendo a cada instante, multiplicidad de colores y formas por descubrir, un sinnúmero de lugares y gentes que nos invitan a hacer parte de su mundo personal para poder entrar en el mundo universal, pero nuestro gusto nos cierra estas oportunidades.
Tenemos que “mover” ese gusto, transformarlo en una herramienta de evolución que nos permita acceder al Universo. No se trata de eliminarlo. Un ser evolucionado no es un tempano de hielo que nada siente, es un mar de compasión y de luz que todo abarca.
El gusto, como todos los sentidos, se debe ir refinando. Así pues, de un momento en que solo aceptamos aquello que está acorde con nuestro sentir, nuestras expectativas y deseos, en donde solo nos agrada aquello que nos hace “sentir” bien, sin importar el “grado de  validez” de “eso” en sí mismo, pasamos a un momento en que podemos aceptar “otras” cosas, personas y circunstancias aun cuando estas no estén totalmente en armonía con lo que nos hace sentir bien o nos da placer. Con un poco de esfuerzo y dedicación podemos experimentar y aceptar todo  como dentro del Todo mayor, aun cuando al comienzo no podamos disfrutarlo en plenitud. De este modo nos habremos hecho un poco más sensibles al Universo y su compleja manifestación aun cuando no lo comprendamos en su totalidad.
Siguiendo esta línea de acción, llegaremos un día a entender en gran medida todas las manifestaciones universales y las que no comprendemos las podremos intuir, con lo cual se termina la lucha encarnizada entre lo que nos gusta y causa sensación de placer, alegría y bienestar y lo que nos disgusta y nos causa dolor  y sufrimiento. En ese momento seremos parte consciente del Universo manifestado y como seres superiores podremos aceptar, disfrutar, compartir, sentir, comprender y vivir al Universo como un todo formado de las múltiples expresiones que de él recibimos. Habremos llegado al siguiente escalón en el continuo desarrollo, siendo conscientes o intuyendo que nos faltan muchos más por ascender, pero ahora seremos caminantes conscientes, y eso hace la diferencia… ¡y con mucho! La ignorancia va quedando poco a poco atrás, lejana y perdida en la noche de los tiempos.
Ahora es cuando. Ahora es el momento de actuar, de dejar nacionalismos y regionalismos que se han vuelto obsoletos y perniciosos; ahora es la hora de escuchar otra música, cantar otras canciones, asistir a más conciertos, escuchar a más personas; comprender que el bueno y el perverso son dueños, por igual, del universo.
Bañarse en más ríos, contemplar más atardeceres, comer más helado (y probar todos los sabores), abrigarse menos en invierno y tomar más el sol en verano; ayudar a mas animales, sembrar y cuidar más árboles; bailar y “hacer el oso” cada vez que la oportunidad se presente, disfrutar más y avergonzarse menos; buscar más colores, sabores, sonidos y olores que inunden y despierten nuestros sentidos adormecidos por el pesado y lento deambular por las grandes ciudades como Santiago de Chile, Buenos Aires, Madrid, Berlín, Zúrich, Hamburgo o Beijing. Es hora de dar más y pedir menos.
Es el momento de redescubrir al Universo y con él al verdadero ser humano, de hacer el contacto con la Mónada y vivir. En Europa nos hemos olvidado de vivir, hemos perdido el contacto con la divinidad e incluso con el Ser Divino que habita en cada cuerpo físico. Por eso es común ver “cadáveres” deambulando por estas grandes ciudades en busca de algo que perdieron o que olvidaron hace tiempo ya. Cascarones que habitan un mundo vacío condenado a cuatro paredes, un techo y un piso que impiden que entre la felicidad envuelta en su manto de luz, movimiento, color, vibración y sentido.

El gusto nos da placer, pero el gusto nos mata poco a poco, como todos los placeres. El gusto, como ellos, encadena, paraliza y enferma al Pensador. No vivas por gusto, vive por vivir. Vive porque la vida es lo único valioso que tenemos y solo por ella existimos. Viviendo de esta manera estamos matando la ignorancia que nos impide ser felices y estamos contribuyendo a sanar el mundo de tantos males que lo aquejan. ¡Nadie tiene derecho a la ignorancia, por eso lo pagará caro!
Escríbale al autor:
Joss P.
Email: 2262287343@qq.com
Hangzhou, Zhejiang, China


lunes, 22 de septiembre de 2014

EL PRECIO DE LA IGNORANCIA


¿C
ómo se podría definir la ignorancia? Ignoro cuál sería la correcta definición de un vocablo que presenta en la actualidad tantos matices.  Posiblemente una forma de aproximarse al concepto de ignorancia pudiera ser ejemplificándola desde algunas de sus posibles dimensiones y conectándola con aquello que le da razón de ser, la realidad.
Porque no podemos seguir como borregos sin pensar
Por realidad podemos aceptar la esencia única que trae a la existencia a todos los seres dentro de una misma “Oleada de vida”, aquello que no admite discusión y que, como arquetipo, es consciente o inconscientemente aceptado por todos y cada uno de los seres que expresan la vida en todas sus manifestaciones. Desde un comienzo se deja entrever la dificultad que tenemos, como seres limitados y finitos, para acercarnos a lo infinito e incognoscible mediante el uso de los cinco sentidos con los cuales contamos en la actualidad y, sobre todo cuando nosotros mismos somos parte de esa realidad que queremos conocer. Para una gota de agua que hace parte de un lago le es muy difícil, seguramente imposible, conocer y reconocer la realidad del lago mismo.
Reconocer que ignoramos la realidad, la esencia y la actuación de la misma puede servirnos para conocer la ignorancia y actuar en consecuencia. Partamos de un ejemplo bien sencillo: “el mago prestidigitador que hace desaparecer ante nuestros ojos una hermosa dama y luego la hace aparecer en el lado opuesto del escenario”. Los ejemplos de este tipo abundan, especialmente en las grandes ciudades del mundo. ¿Qué ha sucedido? Sencillamente que nuestros sentidos se han dejado engañar. La vista transmitió al cerebro una información y este la aceptó como verdadera sin darse cuenta que no correspondía a la realidad.  Aquí tenemos un primer momento de ignorancia con su respectiva culpabilidad.

Desconocer la realidad es quizás el acto de mayor ignorancia al que podemos llegar, pero también existen otros tipos de ignorancia, o mejor diríamos, estados de ignorancia latente cuando, por ejemplo, no sabemos matemáticas, sistemas informáticos, física o biología. La corrección de estos tipos de estados es realmente sencilla, aunque requiere un poco de esfuerzo por nuestra parte.
La situación es diferente cuando se trata de un engaño o situación engañosa que durante mucho tiempo (años o siglos) hemos aceptado como realidad única y verdadera. Cuando hemos estado “encadenados de pies y manos dentro de la caverna de Platón”, y cuando somos parte de esa aparente realidad con la que hemos convivido por tanto tiempo, la liberación se vuelve un proceso doloroso, largo y violento que solo puede empezar desde lo más profundo de nuestro propio ser.  Ningún estado, gobierno o entidad gubernamental va a hacer algo al respecto pues el primer impulso, el primigenio esfuerzo debe partir de uno mismo. Solo cuando el alma empuja violentamente a la personalidad y la mueve hacia el punto en donde la libertad total es posible, el hombre comienza a entender la realidad, aunque aún siga preso de las cadenas. La diferencia radica en que ahora él es consciente de las mismas. No es lo mismo tomar cicuta por error o ignorancia que beberla consciente del motivo y las razones que llevaron a esa decisión, particularmente cuando se ha aceptado que el error consistió en adelantarse a su tiempo.
Entonces, en un primer momento se trata de aceptar que “aquello que reconocemos como realidad” no es la verdad. Una duda metódica y una actitud ecléctica frente a las diferentes manifestaciones de la realidad nos ayudará a movilizarnos de esa cómoda posición que hemos mantenido y donde nos sentimos más o menos satisfechos¿Qué tal si…?   ¿Qué sucedería si…? Encabezados como estos nos proporcionan un buen punto de partida hacia esa necesaria ruptura de los velos de ignorancia que nos separan de la verdad, es decir, de la realidad.
En el acto inquisidor que propone este tipo de preguntas, así como en el ejemplo anterior respecto del mago prestidigitador se halla la clave de la generación, transmisión y mantenimiento del error y, por ende, de la ignorancia. Hacemos referencia, como no, a “la herramienta” de acceso a la realidad.
Mientras sigamos dispersos y nos consideremos como entes únicos y distintos de los demás seres, necesitaremos utilizar alguna herramienta para acceder al conocimiento, es decir a la verdad o la realidad. Esta situación se puede ejemplificar académica y sencillamente desde la religión católica. Los sacerdotes y toda la jerarquía eclesiástica se hace necesaria porque el hombre común y corriente no tiene, no conoce o no desea un “acceso directo a Dios”. Tanto la jerarquía como los textos sagrados, mantras, oraciones, ritos, etc., no son más que herramientas que facilitan una comprensión de una realidad suprahumana.  Ahora bien, cuando la herramienta se encuentra deteriorada, en mal estado; cuando es obsoleta, inadecuada; cuando está sucia o contaminada, la realidad  a la cual accedemos no corresponde a la verdad. Un excelente obrero con mala herramienta sigue siendo un mediocre. Consideremos esto no solo en relación a  herramientas mecánicas o físicas.
Avanzando en esta línea de pensamiento podemos decir que las herramientas están directamente relacionadas con los cinco sentidos activos en el común de la gente. Esto es claro, pero, acto seguido, encontramos otra dificultad: no basta con poseer la herramienta adecuada y en perfecto estado, se hace necesario utilizarla en la forma correcta y el momento preciso. No es suficiente con ayudar, la ayuda debe ser eficaz dentro de  los términos de la economía del universo. Con un brillante y costoso bisturí no podemos sembrar un frondoso árbol, por más que el mérito de sembrar, compartir y ayudar a los demás sea nuestro sino.  
El uso de herramientas para acceder a la realidad a través de los cinco sentidos no se corresponde con la realidad misma, pues la necesidad de una “herramienta” es la prueba fehaciente que no disponemos (aun) de una forma o estado de consciencia suficientemente desarrollado como para comprender la realidad sin el uso de un sentido y sus respectivas herramientas. Tanto en el uso de las mismas como en el absurdo engreimiento de creernos poseedores de una verdad radica una de nuestras más grandes falencias como seres humanos en constante evolución.

Somos el resultado de una cadena interminable cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. Milenios han pasado desde aquel inicio y, no obstante, somos mayoritariamente torpes cuando de mostrar la realidad, aceptarla y transformarla se trata. Y es que muchas veces aceptamos y creemos que “simples juguetes” o “sonajeros para adultos modernos” son verdaderas herramientas, cuando no se trata más que de elementos de distracción que nos impiden conocer la realidad. Es más, nos negamos a creer que existe esa realidad.  
Entonces… un buen comienzo pasa por aceptar que desconocemos, que somos ignorantes en algún sentido. Solo cuando estamos seguros de estar enfermos, nos decidimos a ir al médico. Sobre todo somos ignorantes de nosotros mismos. Nuestro propio ser interno es el más desconocido ser, lo cual hace del “conócete a ti mismo” la más ardua de las batallas.
Acto seguido, podemos determinar la cantidad y calidad de herramientas con las cuales contamos para acercarnos tanto a nosotros mismos, como a los demás y al universo en general. Limpiar las herramientas, ponerlas a punto para empezar el trabajo, y, para ello, aceptar que los cinco sentidos son limitados, que son falibles y que podemos cometer errores, son elementos claves para hacer de nuestra existencia algo digno y edificante.
Posteriormente, debemos utilizar dichas herramientas (incluida la intuición) y acercarnos con infinita curiosidad al objeto de estudio. Sin temor, sin miedo a fracasar o a ser tildado de loco, de “rarito” o de anacrónico. Un gran avance, importante y profundo, nunca se da en conjunto, es algo propio, íntimo y sublime que llega a cada cual en la medida en que lo pueda manifestar.
Finalmente, podemos discernir el conocimiento hallado, limpiarlo y prepararlo para ser entregado a todos los seres. La cualidad primordial del sol es su generosidad: sale todos los días y para todos. La tierra no discrimina acerca del merecimiento de quien la siembra, por tanto, nuestro florecimiento en favor de la humanidad es un deber.

Cuando hemos llegado al conocimiento, es decir, a la realidad, encontramos que somos parte fundamental de ella. Que no somos “entes” separados sino que somos una manifestación de la misma. En ese preciso instante, hemos derrotado a la ignorancia a la cual nadie tiene derecho y por usurparlo pagará un alto precio.
La ignorancia, ese estado caracterizado por la desigualdad, la inequidad, el desprecio a la vida; la carencia o el abuso de recursos físicos, emocionales y mentales y la infelicidad es la oscuridad que  debemos iluminar con nuestras acciones cotidianas. Cada persona y cada ser en el universo tienen la posibilidad y el deber fundamental de servir de faro a quienes les rodean. No se trata de iluminar mucho o poco, sino de hacerlo constantemente y desde las propias posibilidades. El cumplimiento del propio deber, aunque sea sencillo y humilde, es mil veces preferible a la realización del deber ajeno, pues esto último trae consecuencias graves tanto para quien lo ejecuta como para quien permite que sea realizado.   

La ignorancia, entonces, es como un velo que nos impide ver la realidad, analizarla, entenderla y comprenderla, con lo cual perdemos también la posibilidad de realizarnos como seres humanos al impedirnos, a su vez, servir de faro, de luz en el camino, de guía y ayuda en el trasegar de los demás seres humanos. Tanto al aceptar la ignorancia como al dejarnos engañar estamos cometiendo un grave error que no solo nos afecta a nosotros mismos sino que también complica y dificulta la vida de los demás. Este es el precio de la ignorancia y por eso nadie tiene derecho a ella. Afortunadamente, las herramientas para vencer este lamentable estado están dadas, han sido desarrolladas por otros antes que nosotros y hacen parte de nuestro propio sino. Solamente necesitamos animarnos a emplearlas, a optimizarlas y sobre todo, comprender que “cultivarse”, es decir, propender por ser más culto, más sabio, mejor ser humano cada día, es un deber para con los demás, porque entonces… ¿Cuál es la vida promedio aceptable de la ignorancia? ¡El momento es ahora y el tiempo es ya!
Escríbale al autor: Joss2014
Email: 2262287343@qq.com
Hangzhou, Provincia de Zhejiang,  RepúblicaPopula de China.