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viernes, 26 de marzo de 2010

DIATRIBA CONTRA UN HOMBRE SENTADO AL BORDE DE UN PRECIPICIO (1 Parte)




Todo estaba listo: El mejor café preparado, el libro de  Süskind en su punto y el corazón lleno de pesares acumulados de más de  cuatro décadas de sombras, mentiras y afugias. Sentado al frente de la inmensidad, con sus pies describiendo círculos en el aire, llenó de oxigeno sus pulmones y exhaló largamente una bocanada de tristezas que inundó el horizonte.  Con el primer sorbo de café vino a su memoria el día en que aceptó un trabajo como operario de consola en una gran empresa cementera; corrían los primeros días de mayo y gracias a sus dotes de liderazgo, a su alto grado de confianza en sí  mismo y la tenacidad ampliamente demostrada, supero las pruebas requeridas y empezó a trabajar en horarios nocturnos que garantizaban una cierta calidad de vida para él y su familia. Esta nueva posición laboral le hacía volar la imaginación, y suponía unos futuribles que el destino se encargaría de deshacer en medio de la vaguedad de las horas. ¿Cuántos años habían pasado ya desde aquella mañana de mayo?...ahora al mirarse al espejo solo acudía la sombra de su frente denotando las huellas de tantas madrugadas frente a la consola, acompañado solo de ordenadores, graficas y bits que le atormentaban sus noches. Es curioso, -pensaba-, como el tiempo se va acumulando en la frente y las sienes de una persona, como aduciendo que la mente es quien primero debe reconocer su vejez, pero también su añejamiento.
Mientras discurría por estos meandros del pensamiento, sintió en su espalda un toque suave al que no prestó mayor atención. Apuró nuevamente su café y sintió en su boca el sabor amargo que dejan los finales felices. Tantas horas felices, riendo y cantando cuando su equipo de futbol ganaba un partido importante, cuando sus hijas tenían logros en la escuela o cuando las cosas en la empresa marchaban bien. Esos momentos van marcando el alma y libran una batalla constante con los malos momentos, batalla que al final no siempre gana el bueno. Esta vez parecía ser así. La paginas de “El perfume” acudían a solazar sus deseos de lanzarse al vacío que tenia al frente, ¿Qué le sucederá a la rata Grenouille?, ¿logrará crear el perfume de su vida?...  Las calles apestaban a estiércol, los patios interiores apestaban a orina, los huecos de las escaleras apestaban a madera podrida y excrementos de rata, las cocinas, a col podrida y grasa de carnero; los aposentos sin ventilación apestaban a polvo enmohecido; los dormitorios, a sábanas grasientas, a edredones húmedos y al penetrante olor dulzón de los orinales. Las chimeneas apestaban a azufre, las curtidurías, a lejías cáusticas, los mataderos, a sangre coagulada. Hombres y mujeres apestaban a sudor y a ropa sucia; en sus bocas apestaban los dientes infectados, los alientos olían a cebolla y los cuerpos, cuando ya no eran jóvenes, a queso rancio, a leche agria y a tumores malignos. Apestaban los ríos, apestaban las plazas, apestaban las iglesias y el hedor se respiraba por igual bajo los puentes y en los palacios”.
Estas páginas le recordaban justamente lo que él vivía todo el tiempo: “La política apesta, los políticos apestan, las telenovelas basura apestan, la mediocridad apesta…en fin, los periódicos y la televisión apestan. Pareciera que Patrick se había inspirado en la realidad de Karl para escribir su maravillosa obra. Karl?... ¡ah sí! olvidaba comentarles que nuestro personaje se autodenominaba Karl,  nombre que había tomado de su autor favorito, después de leer toda su obra y darse cuenta que el mundo no era como quería y debía ser. Nuevamente el café acudía en su auxilio y por enésima vez se sumergía en las páginas de Süskind. 
Por un instante sintió que trascendía el mundo real y se sintió sumergido entre las páginas del libro; ahora era parte del imaginario y recorría con Jean Baptiste el Paris del siglo XVIII, compartía con el todos los olores y sentía la misma miseria del protagonista. ¿Cuántos años habían pasado desde que dejó de reír y empezó a sonreír? Nuevamente el café le endulzaba el amargo de sus recuerdos, porque ante un sabor muy amargo, otro menos amargo suele dejar la sensación de dulzor. Los pies describiendo círculos en el aire y su mente perdida en Paris. De repente sintió un fuerte punzón en su espalda que lo trajo de vuelta a la realidad. Se incorporó, dio media vuelta pero no vio a nadie.
-¿Estaré enloqueciendo?, se dijo para sí. Dejo el libro sobre la hierba y tomó su taza de café.
-Quizás el café está demasiado cargado. Oteó el horizonte como buscando una respuesta a su pregunta, pero nadie le respondió.
Un fuerte viento que pareció llegar de la nada, elevó a Süskind por los aires y lo estrelló violentamente contra las rocas del precipicio, haciendo que algunas de sus páginas se desprendieran de las pastas, mientras Karl miraba como todos los olores se difuminaban en mil direcciones. Nuevamente sintió un fuerte golpe en su espalda que le hizo voltear airadamente.
-¿Quién anda allí?, preguntó exacerbado.
-Soy yo, ¿no lo ves?
Ahora Karl estaba realmente perturbado, pues no había nadie junto a él. Temblando de miedo, se incorporó y miró detalladamente a su alrededor, pero no había persona alguna a su lado.
-Deja de mirar y observa, amigo mío, observa bien y veras quien soy. Esto dijo la voz que ahora parecía familiar.
-No se quién eres pero esa voz no me es desconocida. Tratando de controlar sus nervios, y auscultando minuciosamente el terreno a su alrededor, preguntó de nuevo:   
-¿Quién eres? Y se dispuso a salir corriendo, olvidando su café que ahora se encontraba derramado sobre la tierra cerca de los trozos de la taza.
-Soy tu propio mundo, aquel que tú has creado…soy una creación tuya. ¿Acaso no lo ves?
 (Esta historia continuara...)
Imagen: Jacques de Molay en la hoguera (Imagenes Google)

miércoles, 24 de marzo de 2010

La Enfermedad: Un mal sin cura

Una enfermedad es un sistema de control social. Cuando una persona se enferma, se puede morir, y con ello, alivianar  la carga de un país. Si desea curarse, y casi siempre lo desea, acude al médico, quien establece un historial de dicha persona, y tratará de controlarle muchas cosas, entre ellas, la comida, la bebida y demás. Si es creyente, acudirá al sacerdote o al pastor para encontrar remedio a su mal, estos personajes también le tratarán de controlar: no piense tanto en los problemas, rece tres veces al día, póngase en oración al levantarse y, procure comer menos carne de cerdo. En ambos casos la cura física a sus dolencias no es gratis, y es posible que la persona deba acudir al sistema financiero a solicitar un crédito para comprar los tratamientos que se le antojan mas recomendados –al médico o al cura-,  y que siempre son los más costosos. El sistema financiero le otorga el préstamo pero le exige que controle ciertos gastos en su vida, que se abstenga de pasear cada semestre, que evite pagar el colegio más caro para sus hijos y que coma en casa  y no en los centros comerciales.
Asi las cosas, una enfermedad es un sistema de control social; seguramente si la enfermedad no existiera, habría que inventarla. Dios le da coraje al hombre, el hombre le da coraje a Dios.
La enfermedad ha sido una constante en la existencia del ser humano. Siempre hubo, -al  menos así parece-, una enfermedad incurable. En un recorrido de adelante hacia atrás tendríamos algo así como: El sida, con todas sus connotaciones sociales, económicas y personales, tanto como sistema de control y de vida; anterior al Virus de la Inmunodeficiencia Adquirida, se encuentra el Ebola y el Cáncer, algunas de estas cepas son aun incurables, en este caso también se encuentra un sistema de control relacionado con la expansión, los tratamientos y la posible cura. Retrocediendo aun más, se tiene la llamada Peste Negra, como un brote de  Peste Bubónica, que asoló la humanidad durante el siglo XIV y disminuyó casi en un 60% la población europea. Cabe anotar que este proceso ayudó de manera sobresaliente el incremento de  las pulgas y de  la rata de campo.
Lo dicho, una enfermedad es, desde muchos puntos de vista, un sistema de  control humano. ¿Qué sería del mundo sin la enfermedad? Imaginaremos por un instante un mundo sin enfermedad. Un mundo donde la gente viva y envejezca de forma natural; en donde las personas mueran por el desgaste de sus órganos en su uso iterativo, sin la ayuda de la enfermedad. ¿Cuánto tiempo podría vivir una persona? La respuesta a esta y otras preguntas relacionadas con el tema no es fácil: los alimentos, la calidad de vida, el estrés y los hábitos generales van haciendo más propenso el cuerpo a las enfermedades. Los mismos virus se van tornando mas letales y resistentes a los tratamientos.  Todo esto sin contar con la posible ayuda de algunos científicos y sectores de la sociedad  empecinados en llenar sus bolsillos a costa de la morbilidad y mortandad de la especie humana. La enfermedad es un factor de rentabilidad en una sociedad capitalista. Se lucra por la creación de la enfermedad, pero también por el desarrollo del tratamiento y la investigación de la posible vacuna.
¡Esto da para pensar un rato!.

PD: Este post está dedicado a Eduardo Muñoz Potosi. Amigo, hermano, buscador incansable de la verdad. Un ser humano que ha pagado un alto precio por vivir, por dedicarse a aprender y enseñar. Un compañero que siempre enseñó  a quien siempre creyó que enseñaba. Un trashumante cuya afición es la Astrología como herramienta de ayuda al otro; sincero y leal, con alto sentido de la equidad. En definitiva: UNA PERSONA DE LA OTRA ORILLA..¡Un día la vida te premiara, hermano mio!.
Imagen adjunta: Sociedad y Civilización. Obra de la artista plastica Gladis Jhoanna Arboleda M.

domingo, 21 de marzo de 2010

Nunca es tarde para hacer lo que debes hacer

Cada ser esta destinado a hacer y a ser. Cada mañana el sol cumple su mision: Recordarle a las personas que tienen un compromiso con aquello que eligieron hacer. Caminar su propio camino, he ahi el deber ser. Nadie puede subir la montaña por otra persona, nadie puede pagar las culpas y lograr los exitos de otro ser; tanto en el exito como en fracaso, la persona recibe exactamente lo que se merece. El merecimiento es una constante en las personas, por ley de vida. La vida es un juego de ajedrez: el exito o fracaso en la vida dependera de la calidad de las jugadas que ante la vida usted proponga; pero haga las jugadas, que, quizas, eso es lo unico importante: Que permanezca jugando, sin miedo, sin dolor, sin preguntarse por el motivo del juego. Eliper F&E

sábado, 20 de marzo de 2010

La Gente de la Otra Orilla

Nace la Gente de la Otra Orilla
Como un homenaje a la gente que se ha atrevido, nace el blog La Gente de la Otra Orilla, y lo hace con especial mención a quienes forjaron un día un sueño y tuvieron el valor de realizarlo. Para este primer numero, deseo transcribir literalmente un texto que les dediqué hace ya algunos años. Ahí va: 


LA GENTE DE LA OTRA ORILLA
Por: José Eliecer Pérez
Mayo de 2007.
Nos encontramos frente a gente que  pertenece a la otra orilla. Aquellos personajes oscuros, estrafalarios y de los cuales solo se escucha en las novelas de algunos autores universales que han trascendido los limites de la normatividad y las buenas costumbres, que están mas allá de las ridículas concepciones morales que nos impone el sistema, no importa cual sea.
Y es que el ser humano -¿deshumano?-,  trata de rodearlo todo siempre de una atmósfera extravagante, protocolaria, misteriosa y burocrática que desgastaría hasta el centauro Nessus.
Personajes sin nombre, sin corazón y sin bandera. Nombrarlos es hablar de una Nación, un Continente, en fin, una Raza; su nominativo abarca un concepto, una idea arquetípica que trata de explicar el mundo desde su propia perspectiva. Estos personajes trascienden el espacio y el tiempo, rompen las leyes de la física y la dinámica.
Personajes apócrifos e infieles  que sucumben solo a los desafíos de la humanidad, que están más allá del bien y del mal…arquetipos de gran trashumancia. Son la esencia de la caravana, el sentido del desplazamiento mismo.
Es una creciente de un gran río que a su paso por el muelle turístico nos deja ver su contenido. El río embravecido arrastra hojas, lodo amarillento, pequeños trozos de tierra que, a modo de islas, traen consigo árboles y pájaros de todos los tamaños y colores; hierba, pasto, piedras, todo cuanto se pone a su alcance… aguas turbias y potentes donde ruge un corazón sin límites y sin ataduras.
Gente de la otra orilla baja de pie sobre estas pequeñas islas y con sus caras de asombro ante la vida, no entienden, menos comparten la quimera que pulula enfermiza en las orillas estables de tierra firme. Se ríen de quienes nos ahogamos en medio de la miseria y que de vez en cuando nos agitamos por lagos de falsa calma y aguas saladas. Se ríen y piensan:   ¡qué sería de la vida sin la gente de la otra orilla!
La borrasca pasa y pasa mientras, quienes estamos sentados en tierra firme, contemplamos su aventajado pasar sin entender tampoco su loca errancia y entonces les gritamos: ¡Locos!, ¡enajenados de la libertad!, ¡presos de su propio destino!... y ellos se ríen y van.
Y es que nosotros en tierra firme ni siquiera  sabemos que existe un destino, por ello quizás nunca lo encontraremos, menos lo seguiremos.
El destino solo puede ser forjado por  una voluntad recia, audaz y loca… ¡una voluntad de la otra orilla!.
La vida no admite concesiones ni paños de agua tibia; con la vida no se negocia ni se tranza; la vida es implacable, tanto como lo sería el tiempo si éste existiera.
Ellos siguen sobre su propia isla de miseria y de vez en cuando se confunden  con los pájaros, las ramas y la violenta corriente.
Quienes hemos tenido la suerte de encontrarlos sabemos que existen y que si no fuera por ellos, la vida pasaría inadvertida para el común de las gentes; a ellos debemos las olas que agitan la existencia  humana y a ellos debemos la renovación de las especies; irrumpiendo, rasgando, desintegrando las concepciones en desuso, maltratando la obsolescencia y creando a partir de las viejas estructuras. Así se renueva cada mañana la vida. Seguiremos observándolos desde la orilla mientras la vida pasa sobre las islas rodantes; seguiremos contemplando el desfile del carnaval sin atrevernos a ingresar a la corriente porque, quizás y si tenemos suerte, nos ahogaremos.
FIN

Dedicado a: (Si es que alguna vez existieron): Maqroll, Ilona Grawovska, Jabdul, Daniel Dravot, Peachey Taliaferro Carnehen, Jasón, Tito, Capitán Ahab, Shakleton, Alejandro, Profesor Perros, CR, RJ y GJA, entre tantos que olvido ahora mismo.